La huella del fuego

LA HUELLA DEL FUEGO

Por: Eder Peña – Biólogo | twitter.com/supereder




Somos la especie que descubrió el fuego, en el ciclo de vida de cada objeto fabricado está involucrada la quema de algún combustible, casi siempre de procedencia fósil como el gas, carbón o petróleo. Este último aceleró todo, por cierto.

Nuestros estilos de vida y sus impactos dependen de la eficiencia con la que extraemos y utilizamos la energía. Toda quema o proceso de descomposición emite gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera y propicia mayor probabilidad de calentamiento global con el subsecuente cambio climático.

A este impacto se le llama huella de carbono (HC) y llega a medirse como la marca que origina una persona, producto u organización sobre el planeta a consecuencia de sus acciones diarias, se expresa en unidades de carbono equivalente (CO2eq), una unidad que además del CO2 toma en cuenta los otros GEI y evidencia cómo derrochan unos mientras otros carecen.
Según sus propulsores la medición de la HC permite cuantificar, reducir y neutralizar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) tomando en cuenta aspectos como la producción de la materia prima, el transporte a la planta de producción, el procesamiento o fabricación del producto final, su empacado o envasado, transporte a los centros de distribución y venta, consumo y descartado final del envase.

Tu HC será mayor si para fabricar lo que usas y luego botas, hay que quemar más gasoil, carbón o gas. Tus emisiones directas miden la cantidad de combustibles fósiles utilizadas por tus maquinarias o vehículos; por pérdidas de gases refrigerantes, o por reacciones químicas durante sus procesos de producción.

Por otra parte, tus emisiones indirectas se refieren a las del productor de energía que requieras y las materias primas, partes, piezas, material para empacar y otros insumos que han generado emisiones antes de llegar a tus manos, son las más difíciles de contabilizar, debido a la cantidad y variedad de elementos que entran en juego en el sistema industrial.

Un hogar estadounidense emite 8,1 toneladas métricas de CO2eq/año sólo a través del consumo de alimentos. Por cada 10% de reducción de residuos, se pueden evitar 560kg de presión atmosférica de CO2, no se trata sólo de reciclar, sino también de comprar productos con menos envases y rechazar las bolsas de plástico en el supermercado.

Los medios recomiendan viajar menos en avión, comer menos carne de ganado vacuno por la alta producción de metano, hacer más eficientes los mecanismos de aclimatación como calefacciones o aires acondicionados, “preferir” los autos eléctricos, usar iluminación LED, comprar electrodomésticos de nuevas tecnologías con mayor eficiencia en el uso de la energía, usar tecnologías renovables y, en fin, consumir menos. Pero las variables económicas prosperan cuando consumes más y, además, no todo lo renovable es limpio...
Se complica mucho más el asunto porque un cambio así obliga a cada ciudadano de nuestros países “en vías de desarrollo” a realizar una inversión alta en tecnologías que, además, tienen dueños concretos: los mismos que viven de nuestro consumo.
No es cualquier país el que puede desarrollar tecnologías como paneles solares, turbinas eólicas o iluminación LED… No se resolverá el problema con soluciones individuales, es muy poco lo que podemos hacer desde casa, aun cuando las revistas y periódicos estén repletos de recetas.

Desmontar un estilo de vida construido sobre la energía fósil no depende de lo que creamos decidir, es el sistema todo con sus élites el que debe mutar o sencillamente sobrevendrá el colapso.

Países del norte global como la Unión Europea han decidido crear “impuestos verdes” que afectan a los nuestros por no tener tecnologías para disminuir el uso de fósiles, proponen tecnologías “verdes” que solo ellos venden, al parecer los “pactos verdes” siguen realizándose basados en la lógica del sistema que intentan sustituir: Beneficiar a un grupo de países privilegiados en detrimento del resto.

Todo es oscuro e inesperado, mientras tantas certezas nos ofrecen abismos y colapso, las dudas nos llevan a reinventar el fuego del encuentro, como la vida misma.


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