La agricultura urbana una opción no económica

LA AGRICULTURA URBANA UNA OPCIÓN NO ECONÓMICA

Por Maximiano Millán – Docente/Catequista | twitter.com/MillanGuevara

“El ser urbano arrastra el mito de la modernidad que le hace ver la actividad agrícola como símbolo de atraso.”

Eder L. Peña B.




Sembrar para comer ha sido la base de la construcción de esto que hoy llamamos sociedad humana. Sin la agricultura los hombres y mujeres no podríamos habernos establecidos en pequeños núcleos que luego llamados poblados, ciudades u hogar.

Es muy largo el proceso histórico que nos llevó a separar geográficamente, la producción de alimentos del sitio donde habitamos y nos desarrollamos. Pero si se fijan, lo normal es que las personas de la ciudad no sabemos, ni vemos, dónde y cómo se producen los alimentos que compramos en el mercado municipal o en el súper.
Eso no siempre fue así. Recuerden que hace apenas quinientos años, dos grandes imperios existían en nuestro continente que construyeron grandes ciudades con la producción de alimentos prácticamente dentro de sus perimetrales. Hasta que en ese tiempo, empezó el genocidio y nos cambió hasta la forma de alimentarnos.

De allí que, como medio de resistencia a los grandes intereses agroindustriales, surge la agricultura urbana, como forma de combatir esa dependencia de comer sólo lo que los grandes capitalistas produzcan y esperando que no falle el diésel para que llegue a nuestra ciudad.

Hagamos un esfuerzo por entender que la fragilidad de las grandes ciudades comienza por lo lejos que se encuentran los sitios donde se producen sus alimentos. Por eso es que dependemos del camión para transportarlos y por eso es que el transportista, pretende cobrar la mayor de las tajadas en la repartición de ganancias.

A esta problemática de dependencia alimentaria, que en el caso del bloqueo al que estamos sometidos es un arma política, se le quiere dar respuesta con la agricultura urbana. Se trata de producir alimentos en el espacio citadino en donde nos toca vivir. Sin agroquímicos que nos enfermen y con la sanidad de saber dónde se produjo y cómo se cultivó el ají o la cebolla en rama, que le estoy poniendo al guiso de este almuerzo.
Pero, no nos engañemos. Cualquier experiencia de cultivo de alimentos en la ciudad, al pasar por el tamiz del economicismo, puede encontrarse con ideas como que: sembramos veinticinco puntos de maíz en abril y ahora en julio comimos sólo una cena de cachapas, para 6 personas, con las 20 mazorcas que produjiste. ¿No era más fácil pagar la mitad de esas mazorcas en el súper y hacer las mismas cachapas?

Si nos vamos a los números, la respuesta es sí era más fácil ir al mercado. Pero resulta que el maíz que cultivé, aunque de grano más pequeño, es mucho más dulce que el del mercado. Nosotros en la familia controlamos la calidad del fruto y el momento exacto en que queremos convertirlo en nuestra cena o en complemento de un sancocho familiar. Y todo esto sin contar con una análisis químico del fruto para saber que no me estoy intoxicando, por supuesto que esto es teórico, porque no hice tal análisis, pero si estamos seguros que sólo el agua de las lluvias fue el alimento de nuestras plantas.

Como ven lo aplicable en estos casos es un análisis de costo beneficio, más que un estudio comparativo de costos económicos. Se trata de que nuestros hijos vieron crecer a las plantas y saborearon la cachapa sin colorantes que sale del maíz blanco. Observaron un proceso ajeno a sus estudios, es decir, un proceso que sólo ven en los libros de historia o de biología.

Se trata de la alegría de tu vecino al recibir dos mazorcas para que pruebe nuestros frutos. En fin se trata de ver los resultados económicos, no solo con los números, sino con los beneficios sociales y políticos que conllevan.

Los genocidas destruyeron el sistema de terrazas que los Incas tenían produciendo desde hace siglos y comenzaron a convertirnos en mono productores de azúcar, cacao y café, porque era lo que el mercado europeo les pedía. Ya es tiempo de que nosotros nos saquemos al conquistador de nuestras mentes y nuestros corazones

Por eso digo, parafraseando a Churchill, la economía es algo muy serio para dejársela sólo a los que piensan que ella es cuestión sólo de costos.
 

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