Mistajá y el misterio del sapito perdido

MISTAJÁ Y EL MISTERIO DEL SAPITO PERDIDO

Por: Eder Peña – Biólogo | twitter.com/supereder




“Y que su presencia no se pierda en el olvido” dice un pasaje del audiovisual que presenta a unos jóvenes merideños buscando a un animal en peligro crítico de extinción a través de la memoria llena de nostalgia nublada.

Se trata de una producción auténtica y sencilla realizada por el Grupo de Trabajo Atelopus de Venezuela y los estudiantes de la Escuela Técnica Agropecuaria Robinsoniana “Mistajá” del municipio Campo Elías del estado Mérida. Su título es “Tras las huellas del sapito amarillo de La Carbonera”
Atelopus carbonerensis es una de las 9 especies del grupo de las ranas arlequín descrita para Venezuela. Hay dos en la Cordillera de la Costa y siete en Los Andes. Es llamativa por su color amarillo brillante y su hábitat son los bosques nublados que rodean la comuna Macho Capaz.

Miden unos 4 o 5 cm, aunque los machos son un poco más pequeños que las hembras, además poseen hábitos diurnos y habitan en zonas cercanas a las quebradas. Su distribución conocida es menor a 10 km2, por lo que ésta catalogada para esa zona y no hay registros de ejemplares vivos desde hace décadas.

Hay testimonios de los años 80 que dicen que fueron muy abundantes, tanto que algunos biólogos relatan que a veces era difícil caminar en las quebradas sin pisarlos, pero sus poblaciones empezaron a disminuir a mediados de los 80. Una investigación de la bióloga Argelia Rodríguez documentó evidencias del hongo quítrido. 

Dicho hongo produce una enfermedad en la piel de los anfibios que ya ha causado disminuciones de otras especies de anfibios en el ámbito global, incluidas las del género Atelopus. Se plantea que la causa de su desaparición es una sinergia de factores donde está incluido el cambio climático y la pérdida de hábitat por el cambio de uso de la tierra.
En ese sector la ganadería de altura y la siembra de papa, entre otras hortalizas, aumentan la contaminación de las aguas por el uso de agrotóxicos. Otro factor probable es la llegada de especies invasoras como la rana toro (Lithobates catesbeianus), aunque la disminución poblacional del sapito fue previa, esta rana llegó a finales de los 90.

En 1998 fue fotografiado y reportado un ejemplar cerca del páramo El Tambor por el investigador César Barrios Amorós. La investigación realizada por los estudiantes de la escuela Mistajá recogió varios testimonios que afirman haber avistado ejemplares hace tres años.

El Grupo de Trabajo generó un método de trabajo en el que lo audiovisual funcionara como herramienta para activar a los jóvenes en la exploración autoetnográfica y el A. carbonerensis como un indicador biopolítico de los procesos que se desarrollaron, y se siguen desarrollando, en el territorio.

La ausencia de la especie sirvió para problematizar, motivar y generar la investigación que comenzó con una exploración de campo y luego motivó a buscarla no solo físicamente sino en la memoria de quienes conocieron al territorio durante la época cuando la rana era abundante.

Se identificaron a los “guardianes de la memoria”, esas personas mayores que en los años 80 hacían vida en la zona y fueron entrevistadas buscando al anfibio en la memoria colectiva. Así los jóvenes no solamente conocieron su territorio sino también la historia en torno a los cambios del último medio siglo.

Entendieron las relaciones políticas y sociales que dan forma al uso de la tierra y a las condiciones que permiten la vida, como lo muestra la desaparición del sapito amarillo de La Carbonera. 

Presenciaron los efectos de haber pasado de una economía soberana y conuquera del sustento diario a un sistema de extracción ganadera y hortícola con sus impactos de desigualdad social e injusticia ambiental. No deben obviarse los comentarios sobre el asfaltado de la carretera ¿Habrán encontrado al sapito amarillo? ¿Y a la memoria? Visiten el siguiente video y acompáñenlos a buscar el curso de la historia donde se oculta la memoria colectiva, con alegría y creatividad, como la vida misma.



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